La motivación y las emociones son fundamentales en la educación porque garantizan que los estudiantes adquieran nuevos conocimientos y habilidades de forma significativa. Por lo tanto, los profesores deben entender cómo modificar el plan de estudios y su aplicación para que los alumnos encuentren las actividades de clase más interesantes, útiles y divertidas, y se sientan más competentes para llevarlas a cabo. Sin embargo, no todos los estudiantes adquieren conocimientos de la misma manera, y su valor de los nuevos conocimientos y nuevas estrategias varía.

La emoción se refiere a una amplia gama de procesos afectivos, como las sensaciones, el estado de ánimo, el afecto y el bienestar. Según Frijda (1986), las emociones desempeñan dos funciones importantes. En primer lugar, emiten señales de peligro de prioridad que interrumpen las actividades en curso y nos alertan de la presencia de una situación muy valiosa o potencialmente peligrosa. Esto nos hace cada vez más agitados, alertándonos de que algo requiere nuestra atención inmediata. En segundo lugar, otra función crítica es estar preparado para responder rápidamente. El aumento de la agitación está acompañado de un aumento de la secreción de hormonas en la sangre, lo que causa cambios físicos y proporciona la energía fisiológica y motivacional que nos permite actuar.

Los profesores deben ser conscientes de las creencias y emociones motivadoras de sus alumnos, ya que esta información puede influir en el diseño del proceso de aprendizaje. Los estudiantes deben utilizar estrategias de regulación emocional para reducir su nivel de agitación y estrategias motivacionales para mantener su motivación. Los alumnos que carezcan de estas estrategias necesitarán ayuda de sus profesores o de sus compañeros para reorientar su aprendizaje. Los docentes necesitan entender cómo funcionan y cómo interactúan los sistemas cognitivos y motivacionales. 

Bibliografía

OCDE (2016). La naturaleza del aprendizaje: Usando la investigación para inspirar la práctica